Por Juan Carlos Sánchez Arnau.
Una vez más el Gobierno nacional pone por delante del interés nacional sus intereses electoralistas. De nada le vale la experiencia anterior del cierre de las exportaciones, que le costaron al país la pérdida de más de diez millones de cabezas de ganado, nueve mil millones de dólares de exportaciones cárnicas, la desaparición de miles de pequeños productores y la pérdida de confianza de parte de quienes nos compraban en el exterior y habían hecho de Argentina el tercer exportador mundial de carnes.
Hoy vuelve a hacer lo mismo, fraccionando el mercado entre cortes exportables y cortes para el mercado interno y reduciendo al 50% el volumen de carne que puede ser exportado de aquí a fin de año. Intenta compensar el daño generado a toda la cadena productiva con la promesa de un plan ganadero que hace mucho que debió haber sido adoptado y que muy probablemente, saliendo de este Gobierno intervencionista y enemigo de la producción, cuando se conozca, significará más desaliento que promoción para la producción. Mientras tanto es el daño de hoy contra una promesa que tardará años en poder concretarse. ¿Cuál es la ventaja para los consumidores? Que de aquí a las elecciones quizás habrá cortes más baratos en las carnicerías. Y ponemos en duda que así suceda, porque es probable que en el corto plazo, ante la baja de precios, haya menos oferta de ganado en pie. En cualquier caso, y como sucede siempre con estas medidas, el daño se trasladará directamente al productor y en especial a los más pequeños. A los sufridos tamberos que verán mal pagadas las vacas de descarte que le habían permitido hasta aquí compensar con su venta las pérdidas que le genera el monopolio de las grandes usinas; el criador de las provincias marginales que verá cómo los “feedloteros” pagan menos por sus terneros o los pequeños frigoríficos del interior que no podrán seguir compitiendo por las cuotas frente a los grandes frigoríficos extranjeros que controlan lo mejor del mercado y que posiblemente saldrán indemnes de esta nueva etapa gracias a su capacidad financiera. Pero también habrá 700 millones de dólares menos de exportación y pérdidas de empleo para los trabajadores rurales y los de los frigoríficos.
La fórmula que no funcionó en el pasado tampoco lo hará hoy. Los precios de la carne al público van de la mano de la inflación y la única forma de que bajen es parar la inflación, terminar con el desborde del gasto público y la emisión descontrolada. Y aumentar la oferta de ganado en pie pero esto requiere más de cinco años con políticas que generen confianza en los productores y los lleve a retener vientres (madres) e invertir para aumentar la producción. Nada le importa al “kirchnerismo”. Cada vez que la macroeconomía se les desborda toman medidas electoralistas que destruyen en días, años de planificación, inversión y trabajo. Total ¡qué saben de trabajo! de madrugadas de invierno arreglando alambradas u ordeñando vacas, de días sentados arriba del tractor de sol a sombra, de robos de ganado, de roturas de silos-bolsa y de ocupación de campos. Solo de esto último puede que sean expertos, como demostraron esta semana en Reconquista, ocupando, con el apoyo de un intendente del Frente de Todos y el silencio cómplice del Gobernador y del Gobierno nacional, el campo de un pequeño y humilde productor.
No queremos amargarle el asado a nadie. Al contrario, queremos trabajar por una Argentina donde pudiéramos eliminar la pobreza y la indigencia en la que nos han sumido y que el asado de los domingos sea una fiesta para todos. Pero para lograrlo, antes que nada es necesario que todos los argentinos tengan en claro cuáles son las consecuencias de las políticas electoralistas de este gobierno.