Política exterior: el caballo adelante, por favor

La ideología de cada presidente debe servir para fortalecer los intereses nacionales, no para reemplazarlos.

Andrés Cisneros

Por Andrés Cisneros

Ex Vicecanciller

Fuente: Clarín

Todavía incipiente, la política exterior de este gobierno impresiona como acertada. Por lo pronto, apunta como la más favorable para nuestros intereses nacionales: comerciar con todos y militar en Occidente.

Hasta ahora es buena en su contenido aunque complicada por algunas desmesuras presidenciales que, al decir de Napoleón, en ocasiones son peores que un error, son innecesarias.

De hecho, aparece como una continuidad de la del período Menem/Cavallo/Di Tella. No solo por lo acertada sino porque, en un país tan necesitado de políticas de estado, es bueno que la ciudadanía perciba cómo algunas líneas esenciales son continuadas aunque cambien los gobernantes.

Hoy estamos entrando como socios a la OTAN porque en 1997 comenzamos como aliados extra-OTAN, giro no menor desde que nos ofrecimos a Putin como puerta de entrada a la Rusia que veintiún días después invadió Ucrania. Los enunciados de Milei/Mondino recogen sabiamente elementos exitosos de los años ‘80 y ‘90 luego de que una sintonía semejante se intentara durante el gobierno del PRO.

Toda inspiración reconoce siempre un antecedente y Borges decía que todo plagio encierra un homenaje, pero ¡cuánto más se beneficiaría al sujeto colectivo si los sucesivos gobernantes reconocieran espontáneamente que buena parte de sus programas se inspiran en aciertos de administraciones anteriores!

No resultaría solo un mero acto de justicia histórica. Resultaría una forma -rara en Argentina- de construir legitimidad de la mejor manera posible, sin presentar a cada gobernante como si estuviera inventando la rueda otra vez.

Los datos más visibles se han divulgado ampliamente: Argentina en Occidente, socios de los vecinos, democracia política, economía capitalista, justicia social, derechos humanos y la Constitución como único mecanismo aceptado para dirimir diferencias. Desde 1983 que tratamos de que el mundo nos perciba de esa manera, sin conseguir despertarle otra cosa que perplejidad: insensatamente enfrascados en el corsi e ricorsi de nuestros eternos enfrentamientos, aparecemos mostrando un país permanentemente agitado que termina siempre en el mismo lugar.

En ese emprendimiento, el Palacio San Martín podría considerar el ajuste de algunas expresiones ya generalizadas, por ejemplo que estamos alineados con Occidente, porque Argentina no necesita alinearse con nadie para que se la considere occidental: nosotros no hacemos fila en ningún casting para que se nos perciba occidentales.

Argentina no necesita afiliarse, nosotros ya somos Occidente, pertenecemos a Occidente por derecho propio, sin necesidad de pedir a nadie que nos imponga los olios. Y mucho más que a causa de un simple imperativo inmobiliario continental: desde 1853 compartimos los mismos valores constitucionales de la totalidad de las repúblicas americanas y hoy debemos cesar de aliarnos con estados que no los respetan.

En estos momentos se registran aciertos pero también demasiadas reyertas personales entre presidentes americanos, casi nunca oportunas, con mucho de enemigos y poco de adversarios: ya demasiado daño nos ha producido el esquema de definirnos a partir de quien odiamos.

La militancia ideológica y las gestiones de un gobernante pueden potenciarse si cuidamos de mantener el caballo delante del carro, no al revés. Pedro Sánchez acaba de incurrir en ese error y su cancillería lo empeoró retirando a la embajadora en nuestro país. En el Palacio San Martín se acertó conservando la calma y no permitiendo que se mezclaran los tantos. Inyectar a esas reyertas en las relaciones diplomáticas con nuestros vecinos supondría intoxicar el imprescindible proceso de vincular nuestros destinos nacionales sudamericanos, principalísima herramienta de progreso y desarrollo que no podemos darnos el lujo de descartar.

Si algo pudiera aportar la diplomacia presidencial sería, al menos, para que nuestros gobernantes no caigan en enfrentamientos innecesarios: la ideología de cada presidente debe servir para fortalecer los intereses nacionales, no para reemplazarlos.

Todos sabemos que el inédito respaldo electoral de las actuales autoridades debe mucho al hartazgo con quienes antes venían tan pésimamente gobernándonos; lo que explica, entre otras cosas, que quienes hoy ocupan ese lugar aplican el más severo de los ajustes económicos pero continúan recibiendo la adhesión largamente mayoritaria del pueblo argentino.

La gente no siempre vota por impulsos: el contenido de la actual política exterior no es una novedad sino un muy extendido consenso desde el regreso mismo a la democracia en 1983.

Ojala se la maneje con profesionalidad, para que ese tan justificado apoyo se mantenga en el tiempo, no ya por el repudio a los que se fueron sino por el acierto de los que elegimos para reemplazarlos, en estos cuatro años y los que vayan sucesivamente alternándose. Porque seremos afuera lo que primero seamos adentro.

Fuente: 👉https://www.clarin.com/opinion/politica-exterior-caballo-adelante-favor_0_AgtNjnULU4.html

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