Por Karina Chavez
«Yo nunca dije/hice eso», «Me parece que estás confundido/a» «Estás loco/a» «Es todo parte de tu imaginación» “Sos muy sensible” «Nunca vas a encontrar a alguien que te aguante como yo» «A vos nadie te quiere». Frases que, con frecuencia, suelen decirse en la cotidianeidad, de ciertas relaciones, de pareja o índole familiar, y que, por tanto, se naturalizan, encubriendo el trasfondo de violencia emocional. En este marco, es que se inscribe el gaslighting; término empleado para referir al abuso que personas, con rasgos narcisistas y manipuladoras, suelen ejercer sobre un tercero (su víctima), a fin de que esta cuestione su realidad, al dudar de su propia percepción, juicio o memoria. (Gurdian, 2017; Ziccardi, 2022).
De esta forma, el agresor (alguien importante en la vida de la víctima) no sólo la maltrata, sino que anula, también, su capacidad de discernimiento. La víctima se siente degradada y se culpa a sí misma o se ubica como causa del problema. (Ziccardi, 2022).
La verdad de la víctima queda sepultada bajo la supuesta verdad absoluta del otro, llevándola, incluso, a temer su pérdida. Factor que no hace más que reforzar el abuso psicológico y perpetuarlo (la víctima busca adecuarse a la realidad planteada por su atacante, aunque esto la angustie o lastime). (Ziccardi, 2022).
Esto se complementa con el aislamiento social, progresivo, del afectado. (Gurdian, 2017; Ziccardi, 2022). Es que, los efectos del gaslighting también impactan en los vínculos, dejando a la persona que lo sufre, aislada en una realidad paralela a la que a familiares y amigos se les vuelve muy difícil de acceder.
Tomando su nombre de la producción cinematográfica hollywoodense “Gaslight” (1944) -film cuyo argumento gira en torno de un hombre, quien manipula a su mujer, ya sea escondiendo objetos, como cuadros y joyas, haciéndole creer a su esposa que es la responsable de estas situaciones, aun cuando no lo recuerde, o atenuando la luz de gas de la luminaria del hogar (de allí, el nombre de la película), a fin de hacerle creer que el fuego seguía brillando en la misma intensidad que antes-, la figura del gaslighting suele hacerse presente, fundamentalmente, en los vínculos (tóxicos) de pareja, afectando a la parte femenina de los mismos y dando lugar, por tanto, a una forma más de violencia de género. (Ziccardi, 2022).
Tal como coinciden en señalar distintos organismos internacionales, pese a que el término violencia refiere a un fenómeno sumamente difuso y complejo, cuya definición no puede tener exactitud científica, ya que se trata de una cuestión de apreciación, respecto de lo que se consideran comportamientos aceptables e inaceptables, o de lo que constituye un daño, en un determinado contexto espacio-temporal (Organización Panamericana de la Salud [OPS], 2002), lo cierto es que existe un claro consenso en definir a la violencia como “el uso deliberado de la fuerza física o el poder, ya sea en grado de amenaza o efectivo, contra uno mismo, otra persona o un grupo o comunidad, que cause o tenga muchas probabilidades de causar lesiones, muerte, daños psicológicos, trastornos del desarrollo o privaciones” (OPS, 2002, p. 5).
En tal sentido, Molina (2013) menciona que la violencia, a diferencia de la agresividad (asociada a las conductas normales del individuo, cuyo fin es territorial, alimentario o de defensa o ataque, constituyéndose el daño al otro en una consecuencia de tal fin, pero nunca el fin en sí mismo), es, siempre, una conducta asociada con actos aprendidos. Ello supone que la violencia es un problema cultural, cuyo origen se encuentra en la dinámica social donde se desarrolla el individuo, en la familia o en ambos a la vez.
Cuando se hace referencia a la violencia de género esta diferencia se torna más evidente. Esto se debe a que, la noción de violencia de género, o también denominada violencia contra la mujer, violencia sexista o violencia machista, refiere a «aquellas formas de violencia que son ejercidas por los varones contra las mujeres por el hecho de serlo y por la posición social que ocupan en la sociedad patriarcal en la que vivimos”. (Rico Tuñez et. al., 2013, p. 20).
En tal sentido, la noción de violencia de género refiere no solamente al daño físico (es decir, golpes, zamarreos, etc.) que una mujer pueda sufrir, sino también a la violencia psicológica (emocional) que afecta la autoestima, a través de la amenaza, el hostigamiento, la manipulación y el aislamiento, entre otros factores que pueda suscitar. (Gallego,2007).
Aun cuando, a lo largo de la historia, se han manifestado, a nivel social, distintas formas de violencia, producto de la dominación que determinados sectores o grupos ejercen sobre otros, y que, por tanto, la violación de los derechos de las mujeres no es un problema nuevo, lo cierto es que, en la actualidad, la noción de violencia de género es empleada para hacer referencia y visibilizar conductas que, hasta hace muy poco tiempo, eran socialmente aceptadas y que, por estar circunscritas, en general, al ámbito de la vida privada, eran muy poco conocidas o reconocidas como tal.
En la actualidad, y fundamentalmente tras mediados del siglo XX, la preocupación por las formas de violencia contra la mujer ha comenzado a ganar terreno. De este modo, y tal como señalan Bosch Fiol y Ferrer Pérez (2000), se produce un proceso de visibilización y de toma de conciencia social sobre la violencia, en general, y la violencia de género, en particular, tras el cual deja de concebirse a dicho tipo de violencia como: “un problema privado para considerarlo un problema social, lo cual no sólo implica un mayor conocimiento del problema o cambios en la legislación vigente, sino también un nuevo modo de analizar sus causas y de sugerir actuaciones para prevenirlo” (Bosch Fiol & Ferrer Pérez, 2000, p. 7).
La violencia siempre ha formado parte de la experiencia humana. Sin embargo, no por ello, el mundo tiene que aceptarla como una parte inevitable de la condición humana. En tal sentido es que, si bien siempre ha habido violencia, también han surgido sistemas -religiosos, filosóficos, jurídicos y comunales- para prevenirla o limitar su aparición. (OPS, 2003).
Focalizando en lo que a la República Argentina refiere, distintos documentos dan cuenta de los niveles de violencia existentes a nivel social. Conforme cifras recabadas por la Oficina de Violencia Doméstica (OVD) creada por la Corte Suprema de Justicia de la Nación, en su Informe Estadístico Anual durante el año 2021, dicha dependencia recibió un total de 16.080 consultas, de las cuales 46% quedaron en la instancia de consultas informativas, avanzando el 54% restante hacia la conformación de una denuncia formal del acto de violencia sufrido; cifra que supuso un incremento del 18% respecto del período interanual anterior. (OVD, 2022).
Del conjunto descripto, el que se reflejara en la afectación de un total de 11.579 personas, el 62% se correspondió con mujeres adultas, el 31% a niños, niñas y adolescentes y un 7% con varones adultos, siendo el vínculo de pareja (49%) el más usual entre las personas afectadas y las denunciadas, seguido por el vínculo de tipo filial (34%), otros vínculos (9%), otro familiar hasta 4° de parentesco (4%) y vínculo fraternal (4%) (OVD, 2022). Asimismo, la violencia psicológica estuvo presente en el 97% de las evaluaciones de riesgo de las personas afectadas; la simbólica en el 55%; la física en el 52%; la de tipo ambiental en el 33%; la económica y patrimonial en el 30%; la social en el 13% y la sexual se registró en el 10% (OVD, 2022). Hecho que demuestra que, a diferencia de lo que erróneamente pudiera considerarse, las formas de violencia más habituales son aquellas que se producen de forma sutil y que no dejan marcas visibles, aunque produzcan el mismo tipo de daño que aquellas ejercidas de forma física.
La razón de la gravedad de esta violencia psicológica tan sutil y normalizada, gaslighting, radica en que cuando tratas de exponerla no te creen tan fácilmente o al menos no sin preguntarse si no estarás exagerando.
La sociedad nos engaña con una falsa realidad sobre que en los tiempos actuales es más fácil hablar sobre abusos psicológicos, salud mental y autocuidado, pero cuando una persona se da cuenta que es víctima de gaslighting la realidad es abrumadora, busca ayuda que no encuentra fácilmente porque se enfrenta a los cuestionamientos de su pareja, familia, amigos, justicia entre otros.
Pensemos que una persona que ha sido víctima de gaslighting no habla antes por desconocimiento que lo padecido es abuso psicológico. Y si a ello adunamos que para poder denunciar una agresión física, los operadores del sistema judicial necesitan que acudas con marcas visibles para que te “crean” y “quieran” tomarla, imaginemos por un momento lo que esa mujer, adolescente o niña/niño puede padecer al intentar denunciar que es víctima de abuso emocional.
Hay que destacar la indefensión aprendida que viven las víctimas, que han intentado, por activa y por pasiva, razonar con el agresor y tratar de encontrar soluciones a los conflictos: el agotamiento psicológico y la carga mental llevan a que sientan que no hay futuro. Las víctimas de gaslighting no son débiles sino personas que están gestionando una carga muy pesada y difícil de soportar durante un largo periodo: han sido más fuertes de lo que cualquiera podría ser durante demasiado tiempo.
Bajo esa perspectiva, la víctima necesita reconstruirse a través de redes de apoyo, tales como el entorno familiar/de amistad, proyectos de trabajo y de vida que le permitan avanzar, sin dejar de mencionar la necesidad de ser reconocidas socialmente como víctimas para sentir que su denuncia no ha sido en vano por el contrario ha significado la creencia sobre el abuso psicológico que han sufrido en manos de su agresor.
Autora: Dra. Karina Chavez, Abogada (U.B.A.) Especialista en Derecho Penal (USAL).
Referencias bibliográficas
Bosch Fiol, E. & Ferrer Pérez, V. (2000). La violencia de género: De cuestión privada a problema social. Psychosocial Intervention, 9(1), pp. 7-19. http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=179818244002
Gallego, J. P. (2007). Niñez Maltratada y Violencia de Género. Buenos Aires: Ad-Hoc
Gurdian, N. (2017). Gaslighting: el abuso emocional más sutil. Psicología y mente. https://psicologiaymente.com/social/gaslighting
Molina, F. A. (2013). Violencia de Género. El delito de ser mujer. Buenos Aires: Salerno
Oficina de Violencia Doméstica. (2022). Informe Estadístico Anual – Año 2021. https://www.ovd.gov.ar/ovd/verMultimedia?data=5876
Organización Panamericana de la Salud. (2002). Informe mundial sobre la violencia y la salud: resumen. Washington D. C.: OPS. http://www.who.int/violence_injury_prevention/violence/world_report/es/summary_es.pdf
Organización Panamericana de la Salud. (2003). Informe mundial sobre la violencia y la salud. Washington D. C.: OPS. http://apps.who.int/iris/bitstream/10665/112670/1/9275315884_spa.pdf
Rico, A. B., Tuñez, F. et. al. (2013). Por Ellas… 5 años de Informes de Femicidios Observatorio de Feminicidios en Argentina “Adriana Marisel Zambrano”. Buenos Aires: La Casa del Encuentro
Ziccardi, V. V. (2022). Gaslighting: qué es y cómo darte cuenta si sos una víctima de este abuso psicológico. La Nación. https://www.lanacion.com.ar/salud/mente/gaslighting-que-es-y-como-darte-cuenta-si-sos-una-victima-de-este-fenomeno-nid26082022/